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IreneSaez

Historias de María - 26 -

Ya se habían marchado unos cuantos vecinos a las capitales a buscar trabajo, y cada vez que llegaban al pueblo, parecían unos "señoritos y señoritas". Incluso algunas chicas llegaban con pantalones, algo muy llamativo y extraño por aquellos pueblos. A los demás (trabajadores del campo) les daba cierta envidia, sobre todo cuando les contaban, que en las capitales había de todo, y se pasaba muy bien. En el pueblo no había ni cine ni baile. Los dias de fiesta, los pasaban, paseando por la carretera, o jugando a los bolos. Ellos lo pasaban bien porque no tenían otra cosa, pero cada vez se marchaba más gente.

Algunas veces llegaban unos señores de la caja de ahorros, a hacer cine. Subian al ayuntamiento con una cámara, y con una sábana como pantalla, daban reportajes de animales y de otros pueblos. Regalaban cuadernos y lapiceros a los niños, algún libro para la escuela y todos quedaban contentos. Otras veces llegaban comediantes, que también actuaban en el ayuntamiento, la gente acudia y todos se divertian mucho.

Había pasado mayo y los cereales empezaban a cambiar de color. Todos andaban preocupados y rezaban para que no vinieran tormentas o fuertes vientos, que a veces y para su desgracia, dejaban algunos campos arrasados.

El día 11 de junio, San Bernabé, era fiesta. Los mayores contaban, que un año cayó una gran tormenta con granizo por los alrededores, su pueblo se había salvado y desde entonces se guardaba fiesta, en honor al Santo.  

Las cosechas pronto tendrian que ser recogidas, y para ello se afilaban las hoces y dalles o guadañas, se sacaban los trillos y todos los demás aperos para la trilla: palas, horcas, bieldos, bieldas, etc. Se preparaba la era, y ya estaba todo listo para cuando se pudiera segar.

Algunos vecinos compraron máquinas segadoras, con ellas el trabajo se hacía mucho más rápido, y aunque algo se segaba a mano, no era tan dura la tarea. Poco a poco cada vecino fue comprando la suya. Luego llegaron las atadoras, máquinas que facilitaban mucho más la labor, ya que sacaban los haces atados desde la propia máqina. 

Se trillaba con las mulas y los trillos y para separar el grano de la paja, se beldaba con bieldos, Después también se fueron comprando máquinas aventadoras.

Los meses de julio y agosto eran de un trabajo agotador, pero los labradores lo llevaban con alegría, sobre todo si tenían buena cosecha. 

El 7 de agosto era el día de los Mártires de Cardeña, como eran sus patronos se guardaba fiesta, pero al estar la cosecha en todo su apogeo, poco a poco dejó de celebrarse.    

Dia de los enamorados

Quitemos los relojes, cerremos las persianas,

que quiero estar contigo, este fin de semana.

Echemos leña al fuego, calentemos la casa,

que quiero estar contigo, este fin de semana.

No salgamos al campo, ¡déjate de la playa!

que quiero estar contigo, este fin de semana.

Deja que nazca el trigo, que crezca la cebada,

yo quiero estar contigo, este fin de semana.

Deja que pase el tiempo, deja que nos amemos,

que estando tú conmigo, el tiempo es lo de menos.                                   

 

HISTORIAS DE MARIA - 25 -

-La hija de Marcelino se va a servir, me he encontrado con ella en el río, -dijo la hermana de María-, dice que si le va bien, se llevará a sus otros hermanos.

-A ver si tienen suerte, que no les vendrá mal -dijo su madre.

-Como a los demás -comentó su otra hermana -ya podía ponerse bien el tio.

-Tienes razón, pero creo que ya no será posible, por desgracia-. Volvió a decir su madre. El tio murió pocos meses después.

Por fin se hizo el sorteo de los quintos, con tan mala suerte, que le tocó a Ceuta al hermano mayor de la amiga de María.

El mes de mayo era el mes del Rosario y todas las tardes del mes, la maestra lo rezaba en la iglesia. En la escuela lo rezaban todos los sábados del año (mientras tuvieran clase). Los días laborables, la gente trabajaba, y sólo iban a la iglesia los niños y las personas más mayores. Los domingos también acompañaba la mayoria de la gente, y los niños y niñas recitaban versos a la Virgen.

En el pueblo todos los vecinos, eran agricultores, cada uno tenía sus pequeñas fincas, y varios de ellos, también tenian ovejas, juntándose en el pueblo, ocho o diez rebaños. Cada cual hacía queso en su casa, pero uno de los vecinos empezó a recoger la leche de todos e hizo una pequeña fábrica de queso en el pueblo, que luego ampliaría en una ciudad más grande, con gran éxito. Incluso ganó un premio, en una feria importante, por hacer el mejor queso.

Por ser un pueblo de labradores, el día 15 de mayo, San Isidro Labrador, se guardaba fiesta, ya que era su patrón. Se decía una misa y en procesión se iba a la salida del pueblo y el cura bendecia los campos.

Historias de María -24 -

Después de la Pascua, empezaban las clases, y todo el pueblo volvia a sus trabajos de siempre. Estos meses eran de mucho ajetreo y todo el mundo andaba azacanado con sus cosas: había que abonar las fincas, sembrar las patatas, las remolachas y limpiar las fincas de malas hierbas. Todas las manos hacían falta y la madre de María también iba a las fincas. Para que María no se quedara sola, le dejaban la merienda en casa de su tia, y pasaba la tarde encantada, junto a sus primos, algo mayores que ella. 

Ese día después de salir de clase quedó con su amiga para ir a por agua a la fuente, llevaban los calderos con su aro, y marchaban, cuando su amiga se paró y dijo: -Mi hermano dice, que igual se va a los frailes.

-Y tú que piensas-, dijo María

-Nada, espero que si se va, esté bien, y venga de vez en cuando a vernos. 

Los hermanos pequeños de su amiga eran también amigos suyos. María los apreciaba y les deseaba lo mejor.

-Pues cuando venga, sabrá muchas más cosas, verás como está contento.

-Espero que sí -comentó su amiga. Y siguieron andando y hablando de otras cosas.   

Por aquellas fechas, decian que se iba a sortear, a los quintos de aquel año. Todas las madres estaban preocupadas, no querian que les tocase a sus hijos hacer la mili en Ceuta o Melilla, porque estaba muy lejos, y era casi seguro, que no podrian volver antes de licenciarse. Por lo tanto no volverían a verlos hasta pasado más de un año.

El padre de María, no había estado en la guerra, pero si estuvo más de tres años en la mili: Contaba haber estado en Pamplona, Almeria, Melilla, Ceuta, Sahara, Marruecos, Tetuán y otros sitios de África, tenía algunas fotografias muy curiosas, que a veces les enseñaba y les contaba sus historias.   

Historias de María - continuación 23

Pasados los carnavales, la Semana Santa estaba encima (como decía la madre de María) El Domingo de Ramos, iban a misa con un ramito de hiedras, en el pueblo abundaban mucho. A los niños se lo adornaban con caramelos, galletas, rosquillas o alguna pequeña fruta. El cura los bendecía y se dejaban en casa, para "ahuyentar los males" hasta el año siguiente, que se cambiaba por uno nuevo.

Por lo demás la Semana Santa era muy triste. La radio sólo daba noticias y música religiosa, se acabaron los discos dedicados, las novelas y los programas más alegres. No se podía tocar las campanas, y para llamar a la gente a los oficios religiosos, los niños recorrian las calles haciendo sonar sus carracas y matracas de madera, las cuales hacían mucho ruido, y asi todo el pueblo sabía cuando llegaba el cura. La chavalería en esos momentos, lo pasaba en grande.

El Jueves Santo en la iglesia hacían un altar con las mejores colchas de las casas, y los mejores manteles de los altares. tapaban todas las imágenes, con telas de color morado, porque el Viernes Santo, moría Jesucristo, clavado en una cruz. El domingo Jesucristo ya resucitaba, se descubrian las imágenes, se deshacía el altar y las campanas tocaban a Gloria.

Era el Domingo de Pascua y en la misa se hacía una procesión. Los hombres llevaban a Jesús por un lado, las mujeres a la Virgen María, toda vestida de negro, por otro. Se encontraban en un punto y se le quitaba a la Virgen su manto de luto, al tiempo que se le cantaban unos cánticos muy bonitos.

Quítale el manto a la Virgen/ que ese luto es muy pesado/

y no es digno que lo lleve/ que su hijo ha resucitado, etc.

Luego se volvía a la iglesia y se terminaba la misa.

      

EL CABALLITO CON ALAS

Ayer pinté en mi cuaderno, dos árboles y una casa,

a mi perrito Marcelo y un caballito con alas.

Cuando yo tenía sueño mamá me llevó a la cama,

y soñé con mi perrito, los árboles y la casa.

Y vi cómo el caballito al viento abría sus alas,

y se elevaba muy alto y volando se marchaba.

He buscado en mi cuaderno al despertarme esta mañana,

alli seguía mi perrito, los árboles y la casa,

¡Y no estaba en mi cuaderno, el caballito con alas!

 

 

Historias de María - 22 -

Los carnavales, los esperaban tanto los niños, como los mayores. El día de los niños, era el jueves anterior, al domingo de carnaval, y lo llamaban el Jueves de Todos. 

Ya desde la víspera, cogian papelillos de colores (a veces guardaban los de los caramelos) y en la escuela a la hora del recreo, los cortaban muy pequeñitos. Los llamaban "copetes" pero la señorita les dijo que se llamaban confeti, y en clase, lo buscaron en el diccionario. El Jueves de Todos no había clase, todos los niños madrugaban, y hacian un muñeco grande de paja, lo llamaban el Palanquin. Lo vestian con ropas viejas y lo ponian atado sobre un burro, se montaba uno de los niños mayores con él, para que no se cayera, y de esta guisa iban a todas las casas pidiendo, para hacer una merienda. Cantaban una canción que alguien había hecho para la ocasión, y que todos conocian desde siempre.

Tengan buenos días/ que a Jesús traemos/ con sus llagas vivas/

si le dan pasiones/ si le dan espinas/

a la Virgen Pura/ que es Madre de Dios/

Hoy venimos a esta casa/ con muchísima alegría/

para ver si recogemos/ para una buena tortilla/ 

Chorizos y huevos/ es lo que pedimos/

 y alguna morcilleja/ también recibimos/

¡Un choricillo por Dios! (y otro por la Virgen que son dos) añadian algunos.

Esta señora como es tan buena/ y tiene tan buen corazón/

nos dará buena propina/ para empinar bien el porrón/ 

A los niños de la escuela/ no se les puede negar/

un pedazo de torrezno/ para esta tarde merendar/

Y todo el mundo les daba cosas: dinero, huevos, morcilla, un trozo de chorizo... Antes de marchar, rezaban un padrenuestro por los difuntos de la casa y se despedian, finalizando la canción.

Adios que nos despedimos/ de esta casa santa y buena/

Que nos ha dado limosna/ a los niños de la escuela/

Y seguian haciendo lo mismo en cada casa. Al acabar se marchaban todos a comer, y por la tarde, hacian tortillas con chorizo, en la casa en la que estaba la maestra. Después de merendar quemaban el palanquín, y así se acababa la fiesta. Un año María y sus amigos se cambiaron las ropas, las niñas se pusieron los pantalones de los niños, los niños las faldas y vestidos de las niñas y asi vestidos, se fueron al pueblo más cercano, no les conocia nadie y lo pasaron muy bien. 

La fiesta de los mayores era el martes de carnaval. Aqui no se disfrazaba nadie, los mozos hacían una merienda en la taberna, las mozas hacían chocolate en una casa y luego se juntaban todos a jugar a cartas. 

 

 

Historias de María - 21 -

-Me ha dicho la Vicenta -siguió diciendo su madre-, que se marchan.

¿Y dónde van? -dijeron todos 

-Ha dicho que cuando recojan la cosecha, se irán a Bilbao.

¡Otros que se van a Bilbao! -dijo su padre

-Pues dice, que Lorenzo, quiere ser municipal.

-¿En Bilbao? que bien -dijo la otra hermana de María.

-Pues a este paso no vamos a quedar cuatro -dijo su padre.

María que sólo pensaba que se iban sus amigos, Carmelo y Maria Luisa, dijo: -y nosotros en la escuela igual, entre los que ya se han salido y los que se van, quedamos muy pocos. El año pasado también se fueron Paulino y la Maxi.

En el pueblo a las chicas les ponian el ’la’ delante del nombre. A ella le llamaban la Mari. Siguieron hablando, y María un poco aburrida, pidió permiso para ir a buscar a su amiga. Esta vivia en una casa grande, con sus padres y sus siete hermanos. Los mayores eran los chicos y después las chicas, ella era la mayor de las chicas. Habia tenido una hermana más mayor, que se murió con catorce años. Sus padres tenían una gran foto de ella en su cuarto, era muy guapa. 

¡Que lástíma de chiquilla! decía la madre de María, cuando hablaban de ella.

La casa era de tres plantas. A la entrada tenía un patio grande, al lado los corrales, encima de estos el pajar y la era. Y junto a la casa y el patio había una hermosa huerta. Además tenían un rebaño de ovejas y un perro.

Al perro lo llevaba su hermano, a la loma con las ovejas, pero ese día llovía y volvieron antes a casa. María no contaba con ello y al entrar en el patio, salió el dichoso chucho, llegó a ella tranquilito, pero le dió un gran susto. Ella era muy miedosa y no fue capaz de moverse. El perro se fue tranquilamente, y desde entonces ya no le tuvo miedo. Cuando se lo contó a su amiga, esta se echó a reir y dijo: ¡pero si Ricardo es un santo. (Ricardo era el perro).

Lo bueno era, que las dos vivian "cerquita" como ellas decian. Con toda la gente que vivia en aquella casa, estaba siempre muy animada, y a María le gustaba ir alli. Como tenía hermanos de todas las edades, siempre había muchos niños, y aunque tuvieran que estar en la cuadra, todos lo pasaban estupendamente.                                                  

Historias de María - 20 -

María tenía varias amigas, pero una de ellas era su mejor amiga. Cuando salían al recreo, aunque jugaban con todas, a ellas les gustaba estar juntas. Cuando salian de clase, iban a casa de María a hacer los deberes y a estudiar, a veces también compartían la merienda.

Aquella tarde al entrar en el comedor, vieron una radio encima de la cómoda. ¡Una radio! ¡Qué bien! -exclamó María alborozada.

Las dos amigas la miraban sin poder creer lo que veían.

-Vamos a preguntar a tu madre, a lo mejor no es vuestra-, dijo su amiga.

-Tu padre la compró hace unos días, la han traído hoy -dijo su madre -sabíamos que te gustaría. Y les dió unos caramelos, que las dos niñas recibieron con gran alegría.

La primavera se acercaba y con ella venían un montón de fiestas: los carnavales, las vacaciones de Semana Santa, las primeras Comuniones, la Ascensión, San Isidro y el Corpus, y lo mejor era que ya no hacía tanto frío. La familia de María estaba reunida en la gloria, después de arreglar a los animales y haber hecho las tareas de la casa. Estaba lloviendo y ese día no habian ido al campo. Faltaba su madre, que llegaba sofocada (como ella decía).

-¡Madre mia, que manera de llover, menos mal, que mi hermana me ha dejado una manta, si no, me pongo buena! -exclamó la madre de María.

-He ido -siguió diciendo- a ver a Isidoro, me ha dicho mi hermana que no está nada bien.

-¿Que le pasa al tio? -preguntó la hermana de María.

-No lo sé, pero el médico, se lo ha puesto bastante mal -dijo su madre.

-¡Vaya, otro que se pone malo! -dijo su padre.

La madre de María vestía de negro, hacía más de dos años, por las muertes de su hermana y su cuñada, las dos se fueron casi a la vez. Si alguien se moría, iban de luto riguroso (de negro, de pies a cabeza) más de un año. Luego se vestían de alivio-luto y estaban otro tanto tiempo. Así que, como había mucha gente mayor, se podía llevar luto durante años.

María no había conocido a sus abuelos. Su madre que era muy aficionada a los refranes solía decir. <Quien no conoce a sus abuelos no conoce día bueno>.

                

Historias de María 19

María iba a la escuela muy contenta, la señorita les trataba muy bien, y les enseñaba muchas cosas. Un día a la semana, los niños tenían dibujo y las niñas costura. A María le gustaba mucho la clase de costura, sobre todo, hacer punto de cruz y bordar. También le gustaba mucho leer y escribir. En la escuela había unos libros muy bonitos, y hacían la lectura en ellos. Los niños, sólo tenían una enciclopedia, (un sólo libro en el cual estaban todas las asignaturas) 

La escuela era un edificio grande de dos plantas. A la entrada estaba el buzón, en el que se dejaban las cartas para que se las llevara el cartero. Este era un señor de otro pueblo, que recorría unos cinco kilómetros a pie, un par de veces a la semana, por un camino bastante malo lo mismo en invierno que en verano. Arriba estaba el ayuntamiento, y abajo estudiaban los niños. Había una sola clase en la cual, estaban todos juntos, los niños y las niñas. La clase era bastante grande. Delante y colgados en la pared, había un crucifijo, y dos cuadros, eran las fotografias de Francisco Franco y de José Antonio Primo de Rivera, que eran o habían sido, los que por aquellos años gobernaban en España. 

Debajo estaba la mesa de la maestra, cerca un armario con libros, dos mapas de España (el físico y el político) y el encerado, en el cual se escribía con tizas blancas de yeso. Había unos veinte pupitres y detrás de ellos, una mesa larga. Al final de la clase había un cuarto en el que se guardaba el serrín, para encender la estufa en invierno. 

A más de uno le amenazaban con encerrarlo en el cuarto de los ratones (como le llamaban) si se portaba mal. Habia unos treinta niños y les tenían clasificados por  edades. Cuando cumplian catorce años se acababa la escuela obligatoría. Algunos niños asistian poco tiempo, porque tenían que ayudar en casa.

Como era una escuelita de pueblo, las maestras duraban poco. Cada año solía llegar una nueva, pero a todas se les acogia con cariño. Vivian en la casa de cualquier vecino siempre que la casa reuniera buenas condiciones. Al final estaban contentas.                                                                                      

Historias de María -18 -

María después de la cena, se había acostado pronto, al día siguiente tenía clase. <Mañana es día de escuela> decía muy a menudo su madre. Como estaba despierta, oía hablar a su familia mientras cenaban en la cocina, ya que esta estaba junto a su alcoba.

La cocina era una pequeña habitación, con una gran chimenea, tenía dos bancos grandes de madera, uno a cada lado. Junto a la pared estaba el hogar, en el cual se hacía el fuego para cocer los alimentos y orear  la matanza. Cerca, comian en una mesa que había hecho su padre, y en el invierno junto al fuego, se estaba muy a gusto. Hablaban bajito y no entendia muy bien lo que decian, pero notaba algo raro en la conversación. De pronto oyó salir a su padre que decía:

-Voy a ver, que esto es algo muy grave. Al día siguiente supo, que un señor mayor que vivia con una de sus hijas, se había suicidado, colgándose de una viga en el corral de su casa.   

Historias de María - continuación 17

Lo peor en este pueblo, era si alguien enfermaba. La ciudad en la que vivia el médico ( en la cual, también estaba la farmacia) distaba 17 Kilómetros y  en el pueblo no había ni coches ni teléfonos. Si había que avisar al médico, tenian que ir con una bicicleta o una mula hasta dicha ciudad y esperarle hasta que volviera. El médico sí tenía coche, y después de visitar al enfermo regresaba a su lugar de residencia. Una vez alli, entregaba la receta a la persona que le había ido a buscar, esta compraba la medicina, y regresaba al pueblo lo antes posible.

Esta vez la enferma fue la hermana de María. Sus padres estaban muy preocupados, y había que buscar al médico con urgencia. Era de noche y se prestó uno de sus primos, que montado sobre una mula podia tardar de dos a tres horas, en llegar hasta el lugar donde vivia el médico. Con el médico ya de vuelta y después de comprar en la botica, el primo de María puso rumbo a su pueblo.

Cerca ya del pueblo, al llegar junto a un arroyo, oyó que había gente. Le extrañó que a aquella hora (eran las dos de la madrugada) hubiera alguien por aquel lugar, y se quedó escuchando desde un poco más lejos para no ser descubierto. En aquel momento decía un hombre:

<Aquí está bien para desollar>.

El primo de María no veia a nadie, pero estaba seguro que eran ladrones. Y por lo que oia, estaba claro que habían robado las ovejas de algún corral. Con sigilo pasó por el camino y cuando llegó al pueblo, después de dejar la medicina, y ver que su prima no había empeorado, dió la voz de alarma. Sus sospechas eran ciertas, ya que las ovejas robadas, eran de otro tio suyo, e igualmente tio de María. En aquellos casos el pueblo reaccionaba y se juntaban "todos a una" pero ahora no quería despertar a todos los vecinos. Llamó a cuatro amigos suyos, cogieron cada uno una caballería, y con una escopeta de caza, se fueron en busca de los ladrones, que no era la primera vez que merodeaban por el pueblo y sabían muy bien donde estaba cada corral. Situados los amigos en lo alto de la loma, daban voces y disparaban como si estuviera todo un ejército. Al ser de noche y estar los ladrones en el valle, los tiros resonaban como si fuera una verdadera batalla. Los cacos asustados, corrian por todas partes, pero como estaba oscuro y no conocian bien el terreno, no tuvieron más remedio que entregarse. Fue una noche de lo más movida. Al final no pasó nada grave, pero pudo haberles costado caro, tanto a los unos como a los otros.

Aunque el pueblo trataba de defenderse de esta gente indeseable, de vez en cuando aparecian. Las yeguas y las mulas tenían que estar bien vigiladas, ya que alguna desapareció de su cuadra. Otra vez robaron un gallo que estaba por la calle, en esta ocasión si actuaron "todos a una" se armó una buena trifulca, cogieron a los ladrones, y estos tuvieron que dejar un burro en prenda (en su lugar). Aquellos no volvieron ni por descuido.      

Historias de María - continuación 16

También llegaban a vender fruta, pescado y carne, desde otros pueblos más grandes en los que había tiendas, pero cuando se necesitaba calzado o ropa, había que ir hasta allí a comprarlo. Se aprovechaba cuando se iba a las ferias o cualquier otro asunto importante. Se juntaban varios vecinos, porque la carretera no estaba en muy buenas condiciones y el trayecto, a cualquiera de las dos ciudades más cercanas a las que había que acudir, distaban 14 ó 17 kilómetros del pueblo. Cada uno llevaba su carro con sus mulas, y a la hora de comer, se iban todos juntos a uno de los mejores bares, y a pesar del trabajo, era como una pequeña fiesta.

En el pueblo de María los vecinos eran expertos, en el cuidado del ganado mular, cada uno tenía de cuatro a seis mulos o mulas. En casa de María tenían tres y un pequeño burro al que llamaban Vicente. Los mulos y mulas más pequeños y que aún no trabajaban eran reunidos en el sestil, un recinto sin techo, cerrado con una puerta de madera, y situado en el camino de la fuente vieja. Desde alli eran llevados a apacentar por un pastor o "muletero" durante el buen tiempo. La dula o conjunto de estos animales, era una de las más importantes del contorno.     

Este pueblo tenía dos nombres: el que oficialmente tenía cada vecino en sus documentos, y el que popularmente y desde siempre, era conocido como Castrillo. No se sabe, si porque antiguamente hubo un castillo, fortaleza o castro. El gentilicio de sus habitantes es castrillanos, y que ellos llevan con mucho orgullo. Al ser conocido como Castrillo, mucha gente de fuera, no sabía su nombre real, y más de una vez se prestaba a equívocos. En cierta ocasión un señor de otro pueblo, que iba a comprar paja con su carro y su ganado, al llegar al indicador en el que ponía el nombre oficial del pueblo y no reconocerlo, siguió carretera adelante sin entrar. Después de recorrer varios kilómetros más, ya le pareció que algo no iba bien, y al pasar por otro pueblo, preguntó a alguien con quien se encontró en su camino.

<¿Pero donde está Castrillo? Me dijeron que estaba a catorce kilómetros del mio, y creo que ya llevo andados muchos más>.

<Ese pueblo lo has dejado atrás hace más de una hora>.

<Pues no lo he visto, en ninguno de los carteles ponía ese nombre>.

Al buen señor hubo que explicarle el juego de nombres, después de todo, seguro que ya no volvió a equivocarse.

Historias de María -15 -

En el pueblo todos se conocían y la mayoría de una forma u otra eran familiares. Si alguna persona mayor se ponía enferma y no tenía familia, la cuidaban entre todos.

Cuando llegaba algún forastero, casi siempre paraba en la taberna. La taberna era una casa del ayuntamiento y se alquilaba, hacía de bar y de tienda. Se vendía un poco de cada cosa y a veces, en vez de pagar con dinero, se cambiaban las compras por otras cosas que se tenían en casa: trigo, cebada, huevos y algún pollo o conejo, aunque estos últimos, abundaban menos. Los  niños compraban cacahuetes, bolitas de anís, caramelos... y por una peseta se daban un pequeño festín. Cuando hacía frío, los niños y los mayores, se reunian los días de fiesta en una casa a jugar a las cartas, y para hacer más amena la tarde, entre todos compraban una gaseosa, galletas, aceitunas o alguna otra chuchería que no costara mucho dinero. Naturalmente los mayores estaban en una casa y los niños en otra.                                                                       

Historias de María -14 -

-Vamos aligera, que hay que ir a misa -dijo su madre a María

-Ya voy -decia María -no encuentro el velo.

-Eres una desordenada.

-Yo creo que lo dejé en mi cajón.

-Pues cuando lo encuentres vienes -acabó su madre.

Por aquellos años para entrar en la iglesia, era obligatorio que las mujeres y las niñas llevasen la cabeza tapada con un velo.

Era Navidad, no había nieve pero el frio era intenso. La gente caminaba por la calle con prisa para ir a la iglesia. El cura y los monaguillos salian de la sacristía y la misa ya empezaba. María entraba solemne, con su velo en la cabeza, miró a su madre y ésta le sonrio.

Después de acabar la misa besaban al Niño Jesús, que acababa de nacer, era lo que más le gustaba ¡Que bonito era el Niño Jesús en su cunita de paja! Que bonita la Navidad! Además tenían que venir los Reyes Magos y los niños los esperaban con impaciencia.

-Yo les he pedido unos guantes, que hace mucho frío -decía uno.

-Pues yo les he pedido un cuento -decía otro. Todos decían lo que habían pedido.

-Teneis que limpiar bien los zapatos -decian las madres, si no, no os traerán nada.

Y ese día, los zapatos estaban más relucientes que nunca. Luego los Reyes traían lo que podían, pero a todos se les olvidaba enseguida lo que habían pedido.

 

                                      

Historias de María - continuación 13

La casa estaba cerca de la iglesia, a María le gustaba oir el sonido de las campanas, sobre todo si tocaban a fiesta. Cuando alguien se moria, el sonido era mucho más triste. El día 1 de noviembre se celebraba la fiesta de Todos los Santos. En el pueblo se tenía costumbre, de tocar las campanas durante toda la noche, en memoria de los difuntos. Los mozos eran los encargados de subir a la torre cada cierto tiempo a tocar. Como tenían que pasar la noche en vela, hacían una buena cena en la taberna y para ellos era como un gran día de fiesta.

El cementerio estaba detrás de la iglesia. La madre de María decía, que antes fue el huerto de un vecino, que el ayuntamiento había comprado para dicho fin. Antiguamente a los difuntos se les enterraba dentro de la iglesia, en el suelo, bajo unas grandes losas de piedra. Un antiguo escrito decía: en 1712, se hace el osario fuera de la iglesia, con una cruz de piedra, que después se convirtiria en cementerio. La iglesia era un edificio grande, junto a ella estaba la torre, que ’lucia’ su veleta de gallo, un campanillo y dos enormes campanas, una de ellas tenía una pequeña rotura, por lo que su sonido era un poco especial. Las campanas eran una parte fundamental en este pueblo, estas suplian en buena parte la falta de relojes. Desde antiguo había un campanero que a diario las tocaba: al amanecer a maitines, a mediodía el ángelus y al atardecer el toque de oraciones. En las fiestas para tocar a misa volteaban las campanas. Era muy alegre y muy bonito.

La iglesia era el principal edificio del pueblo y todos se preocupaban de cuidarlo. A pesar de que hoy está en estado ruinoso, todavia se ve una fecha en su techo 1912. Según decían las personas mayores, fue el año en el que la iglesia fue sometida a una reparación. 

Dentro de la iglesia, al fondo en su fachada principal estaba el retablo. En la parte de abajo del retablo, en el centro, estaba el Sagrario y, a derecha e izquierda el Niño Jesús de Praga y otras imágenes pequeñas. Sobre ellos, tambien en el centro, la Virgen del Valle, de la que todos se sentian muy orgullosos y por la cual sentian verdadera devoción. Le acompañaban la Inmaculada a su izquierda y San José a su derecha. Por último en la parte de arriba, Nuestra Señora de los Angeles y dos cuadros con algunas escenas de la Biblia. Fuera del retablo, a derecha e izquierda, en dos altarcitos pequeños, la Virgen del Rosario y la imagen de un Santo varón (que a María siempre le llamó la atención). En el pueblo siempre se dijo que era uno de los Mártires de Cardeña.

En el centro y también cerca del retablo, estaba el Altar Mayor. Desde este altar el sacerdote decía la misa (entonces en latín) y la gente contestaba igualmente en latín. Este altar era adornado con flores y velas encendidas durante la misa, lo mismo que los otros altares más pequeños. Los niños y niñas ocupaban unos bancos en la parte delantera y detrás las mujeres en sus reclinatorios. El púlpito y confesionario estaban a ambos lados, junto a los reclinatorios. Ya cerca de la salida, también a derecha e izquierda habia otros dos altares, a un lado Santa Bárbara y frente a ella San Antonio. Cerca del altar de San Antonio estaban las escaleras para subir al coro y los bancos  que ocupaban los hombres. Detrás de estos, la pila Bautismal y en la parte de arriba el coro. Ya cerca de la puerta estaba la pila del agua bendita.

Según algunos escritos, la iglesia fue construida entre los años 1663 y 1670, con el nombre de Santa María. Después de que el arzobispo Antonio Paíno, mandara derribar la anterior, debido a los continuos reparos a que venía siendo sometida. Otro antiguo escrito destaca: Ya en el siglo XV están establecidas en Castrillo, las cofradías de la Vera Cruz y el Rosario. Existen las ermitas de San Cristobal y de la Virgen del Valle "que está bajo la villa, en los prados junto a la fuente".

En el siglo XVIII Castrillo mejora en todos los sentidos. Tiene su buena iglesia, buena cruz y buen pendón de damasco. Sus ermitas de la Virgen del Valle y de San Cristobal, sus cofradias de La Cruz, del Rosario y de Nuestra Señora del Valle, con sus correspondientes fiestas. En los primeros años del siglo, se crea el Arca de la Misericordia para niños abandonados; se fundan capellanias y se cuidan las ermitas.

En 1729 fue traída a la iglesia, una rótula de los Mártires de Cardeña, por el canónigo de Burgos, don Juan Razola. Dicho acontecimiento, podria explicar que dichos Mártires, fueran los patronos de este pueblo. Aunque también pudiera ser, que dicha rótula la trajeran precisamente, porque los castrillanos ya disfrutasen del patronazgo de sus Mártires.    

Historias de María -12 -

María estaba encantada de vivir junto a la escuela: miraba a los niños cuando entraban todos formalitos en fila, cuando iban a jugar al recreo, o cuando salian atropelladamente para ir a comer a casa. Le gustaba oir cantar a los niños, su madre le decía que estaban estudiando la tabla de multiplicar. A ella le gustaba: dos por dos cuatro, dos por tres seis... Pero todavia era pequeña. En casa le decian que no tenía edad para ir a clase. Un día que María y su madre estaban a la puerta de su casa, al salir la maestra de la escuela, se paró a hablar con ellas.

-Buenos días -saludó la maestra.

-Buenos días -contestó la madre de María.

La maestra miró a María y le preguntó  -¿Cuando vas a ir a la escuela?

-No sé, todavia no tengo edad para ir.

-¿Cuantos años tienes?

-Cinco.

-Pero entonces... ya te falta poco ¿Cuando cumples los seis?

-En abril

María era un poco tímida y hablaba sin mirar a la maestra. Nunca había hablado con ella, pero le parecía muy simpática. 

-¿Te gustaría entrar mañana conmigo?

-Pues... no sé.

María le miraba a su madre como pidiendo su aprobación.

- Mañana te espero -dijo la maestra-, mejor por la tarde, para que no tengas que madrugar.

La maestra siguió hablando con su madre y al despedirse volvió a repetir.

-Mañana te espero.

-Gracias -dijo la madre de María.
¿Que te ha parecido la señorita? -preguntó su madre a María.
-Bien.
-¿Quieres ir a la escuela? 

María no estaba muy segura, a veces oía a sus primos que les castigaba, si no sabian la lección.

-¿Y si me castiga?

-Por qué te va a castigar?

-Si no me sé la tabla...

-No te preocupes, ahora no tendrás que estudiarla.

María se quedó mas tranquila y dijo:

-Bien, pues mañana, esperamos aqui a la seño ¿vale?

 Y entraron en casa riendose. Así empezó su etapa escolar. 

                                                                          

 

Historias de María - 11

Era tiempo de matanzas. Los vecinos afilaban los cuchillos y preparaban la ’banca’ o banco en el cual se sacrificaría al cerdo !Que divertidos eran los días de la matanza! Se juntaba la familia para ayudar y se hacía una fiesta que sobre todo a los niños les encantaba. Lo peor era oir al pobre cochino, que gruñía desesperadamente. Lo llevaban entre dos o más hombres y lo ponian sobre la banca. Mientras el matarife sacrificaba al cerdo, una mujer recogia la sangre removiéndolo para que no se cuajara. Después de muerto el cerdo, se chamuscaba con paja, para quitarle el pelo y limpiarlo bien raspándolo con un cuchillo. El rabo estaba tostadito y se lo daban a los chiquillos que lo esperaban como agua de mayo. Luego se abria y se destazaba. Se cocía el ’menudo’ (hígado, cuajo, etc) y ese día ya estaba preparada la comida. Se lavaba bien el vientre, se cocía el arroz y mezclado con la sangre, cebolla, pimienta y manteca se llenaban las tripas y se hacían las morcillas, que se cocían en un balde hasta que estuvieran hechas.

¡Que buenas estaban las morcillas! ¡Que rico estaba todo! Después se picaba la carne, con una máquina y se hacían los chorizos, que se colgaban en unos palos en la chimenea de la cocina, para curarlos al humo. Se ponían los jamones en sal y al cabo de unos días, se colgaban en la chimenea junto a los chorizos. Así se conservaba la carne y había un buen alimento para cuando llegara el verano y tuvieran que segar y hacer todo el duro trabajo de la recogida de la cosecha. En los cumpleaños también se juntaban a merendar. A los niños les daban chocolate y bizcochos, luego los mayores jugaban a las cartas. ¡Menudas peleas tenían!

-¡Esa carta no tenías que haber tirado -decia uno.

-¡Es que no tengo brisca! -contestaba el otro.

-¡Esta partida os hemos dado una buena paliza!

-¡Pues esta otra, no vais a hacer ni dos juegos! Y así, discutiendo amigablemente se pasaba la tarde.

En algunas casas tenían la radio en la gloria, y cuando daban la lotería de Navidad se llenaba de gente esperando a la diosa Fortuna.

La gloria era una habitación con el suelo de baldosa, hueco por debajo. Estaba al lado del portal, por el cual, hacian la boca para calentarla, metiendo paja o leña, que al quemarse se calentaba la gloria entera. ¡Que bien se estaba en ella, cuando hacia tanto frío! ¡El suelo estaba tan calentito!

En algunas casas más grandes, también tenían la cocina económica al lado o dentro de la gloria, lo que facilitaba mucho la tarea de hacer la comida.

Continuación - Historias de María -10

Para coger la vez el (día y la hora) en el que poder cocer el pan en el horno comunitario, tenían que ir a la casa de la última vecina que habia cocido la semana anterior, ya que era ella, quien tenia la llave del horno y la levadura, que se iban pasando de unas a otras. El horno era una especie de pequeña casita con una ventana. En su interior estaba el horno propiamente dicho, el cual tenía una gran boca, por la que se metia la ’hornija’ o paja para calentarlo.

Tenía también un mostrador donde se dejaban las gamellas con la masa lista para ser cocida. Ya caliente el horno, se hacia una ’escoba’ con hojas de plantas atadas a un largo y grueso palo, que llamaban holgadero. Con aquella escoba se quitaban las cenizas y se metia la masa con unas largas palas de madera. Al cabo de un tiempo ya se podian sacar unas estupendas hogazas, de un blanco y riquísimo pan. El siguiente domingo vuelta a empezar.

-El jueves nos ha tocado cocer, así que ya tenemos tarea -dijo la madre de María.

Se empezaba poniendo un puchero con agua y sal a la lumbre. Con el agua en la artesa se hechaba la harina con la levadura y se amasaba hasta que estaba en su punto. Luego envuelto en las maseras se tapaba bien y se dejaba ’dormir’ unas horas hasta que la masa pujaba, era entonces cuando se pasaba a las gamellas y se llevaba al horno. 

Las tortas de chicharrones no las mejoraba, ni el mejor panadero del mundo ¡Que a gusto se comia esos días con el pan tan bueno! A veces a la vez de cocer el pan, también se asaba algún conejo, otras (las menos) se podía llevar cordero, cochinillo o besugo, entonces el placer era máximo.

                                         

Historias de María - continuación 9

Las mañanas de los domingos, con el buen tiempo, después de la misa, los mozos jugaban a la pelota en la pared de la iglesia, los hombres iban a la taberna hasta la hora de comer, las mujeres iban a coger la vez para cocer el pan y después se iban a casa a hacer la comida. La comida por los años 50 no era demasiado abundante, pero si era sana. Las fincas se abonaban con el estiercol de las cuadras y corrales, y la comida de los animales era absolutamente natural, por lo que, tanto los productos vegetales como los animales, eran totalmente ecológicos como ahora se les llama. La mayoría de los días, se comia cocido de legumbres: alubias, garbanzos o lentejas, con patata, arroz o verdura. Si había chorizo, morcilla o tocino, todo estaba más sabroso. Se cocia en un puchero de barro a la lumbre del hogar, y tenía que estar hirviendo más de una hora. Si tenia carne de oveja, cerdo o vacuno, aún tenía que estar más tiempo cociendo. Los domingos y días de fiesta se distinguian haciendo una paella, patatas o sopa de fideo, con conejo o pollo. De segundo plato, el resto del conejo o pollo. Además de la misa y el rosario, cambiar de comida era la mejor forma de celebrar y santificar las fiestas. ¡Como mandan los Santos Mandamientos!

El comedor en casa de María, se utilizaba cuando había invitados y en los días de las fiestas de Gracias, entonces se sacaban a la mesa los mejores platos, vasos y cubiertos. También lo usaban algunos días de verano ya que era la habitación más fresca. Los demás días se comia en la gloria o en la misma cocina.

Sacar la comida del puchero a una fuente o sopera se llamaba ’escudillar’ y se solía hacer un rato antes de comer para que se fuera enfriando. La comida se servia a la mesa, en la misma fuente o sopera y con una cuchara cada comensal, iba comiendo de ella, hasta que se acabara. Luego se echaba en la misma fuente lo que hubiera de segundo plato y nuevamente, con un tenedor cada cual, cogia sus tajadas. Naturalmente no podían faltar, el buen pan de la hogaza y el vino del porrón.