Blogia
IreneSaez

Historias de María - continuación 17

Lo peor en este pueblo, era si alguien enfermaba. La ciudad en la que vivia el médico ( en la cual, también estaba la farmacia) distaba 17 Kilómetros y  en el pueblo no había ni coches ni teléfonos. Si había que avisar al médico, tenian que ir con una bicicleta o una mula hasta dicha ciudad y esperarle hasta que volviera. El médico sí tenía coche, y después de visitar al enfermo regresaba a su lugar de residencia. Una vez alli, entregaba la receta a la persona que le había ido a buscar, esta compraba la medicina, y regresaba al pueblo lo antes posible.

Esta vez la enferma fue la hermana de María. Sus padres estaban muy preocupados, y había que buscar al médico con urgencia. Era de noche y se prestó uno de sus primos, que montado sobre una mula podia tardar de dos a tres horas, en llegar hasta el lugar donde vivia el médico. Con el médico ya de vuelta y después de comprar en la botica, el primo de María puso rumbo a su pueblo.

Cerca ya del pueblo, al llegar junto a un arroyo, oyó que había gente. Le extrañó que a aquella hora (eran las dos de la madrugada) hubiera alguien por aquel lugar, y se quedó escuchando desde un poco más lejos para no ser descubierto. En aquel momento decía un hombre:

<Aquí está bien para desollar>.

El primo de María no veia a nadie, pero estaba seguro que eran ladrones. Y por lo que oia, estaba claro que habían robado las ovejas de algún corral. Con sigilo pasó por el camino y cuando llegó al pueblo, después de dejar la medicina, y ver que su prima no había empeorado, dió la voz de alarma. Sus sospechas eran ciertas, ya que las ovejas robadas, eran de otro tio suyo, e igualmente tio de María. En aquellos casos el pueblo reaccionaba y se juntaban "todos a una" pero ahora no quería despertar a todos los vecinos. Llamó a cuatro amigos suyos, cogieron cada uno una caballería, y con una escopeta de caza, se fueron en busca de los ladrones, que no era la primera vez que merodeaban por el pueblo y sabían muy bien donde estaba cada corral. Situados los amigos en lo alto de la loma, daban voces y disparaban como si estuviera todo un ejército. Al ser de noche y estar los ladrones en el valle, los tiros resonaban como si fuera una verdadera batalla. Los cacos asustados, corrian por todas partes, pero como estaba oscuro y no conocian bien el terreno, no tuvieron más remedio que entregarse. Fue una noche de lo más movida. Al final no pasó nada grave, pero pudo haberles costado caro, tanto a los unos como a los otros.

Aunque el pueblo trataba de defenderse de esta gente indeseable, de vez en cuando aparecian. Las yeguas y las mulas tenían que estar bien vigiladas, ya que alguna desapareció de su cuadra. Otra vez robaron un gallo que estaba por la calle, en esta ocasión si actuaron "todos a una" se armó una buena trifulca, cogieron a los ladrones, y estos tuvieron que dejar un burro en prenda (en su lugar). Aquellos no volvieron ni por descuido.      

0 comentarios