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IreneSaez

Historias de María - 11

Era tiempo de matanzas. Los vecinos afilaban los cuchillos y preparaban la ’banca’ o banco en el cual se sacrificaría al cerdo !Que divertidos eran los días de la matanza! Se juntaba la familia para ayudar y se hacía una fiesta que sobre todo a los niños les encantaba. Lo peor era oir al pobre cochino, que gruñía desesperadamente. Lo llevaban entre dos o más hombres y lo ponian sobre la banca. Mientras el matarife sacrificaba al cerdo, una mujer recogia la sangre removiéndolo para que no se cuajara. Después de muerto el cerdo, se chamuscaba con paja, para quitarle el pelo y limpiarlo bien raspándolo con un cuchillo. El rabo estaba tostadito y se lo daban a los chiquillos que lo esperaban como agua de mayo. Luego se abria y se destazaba. Se cocía el ’menudo’ (hígado, cuajo, etc) y ese día ya estaba preparada la comida. Se lavaba bien el vientre, se cocía el arroz y mezclado con la sangre, cebolla, pimienta y manteca se llenaban las tripas y se hacían las morcillas, que se cocían en un balde hasta que estuvieran hechas.

¡Que buenas estaban las morcillas! ¡Que rico estaba todo! Después se picaba la carne, con una máquina y se hacían los chorizos, que se colgaban en unos palos en la chimenea de la cocina, para curarlos al humo. Se ponían los jamones en sal y al cabo de unos días, se colgaban en la chimenea junto a los chorizos. Así se conservaba la carne y había un buen alimento para cuando llegara el verano y tuvieran que segar y hacer todo el duro trabajo de la recogida de la cosecha. En los cumpleaños también se juntaban a merendar. A los niños les daban chocolate y bizcochos, luego los mayores jugaban a las cartas. ¡Menudas peleas tenían!

-¡Esa carta no tenías que haber tirado -decia uno.

-¡Es que no tengo brisca! -contestaba el otro.

-¡Esta partida os hemos dado una buena paliza!

-¡Pues esta otra, no vais a hacer ni dos juegos! Y así, discutiendo amigablemente se pasaba la tarde.

En algunas casas tenían la radio en la gloria, y cuando daban la lotería de Navidad se llenaba de gente esperando a la diosa Fortuna.

La gloria era una habitación con el suelo de baldosa, hueco por debajo. Estaba al lado del portal, por el cual, hacian la boca para calentarla, metiendo paja o leña, que al quemarse se calentaba la gloria entera. ¡Que bien se estaba en ella, cuando hacia tanto frío! ¡El suelo estaba tan calentito!

En algunas casas más grandes, también tenían la cocina económica al lado o dentro de la gloria, lo que facilitaba mucho la tarea de hacer la comida.

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