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IreneSaez

Continuación - Historias de María -10

Para coger la vez el (día y la hora) en el que poder cocer el pan en el horno comunitario, tenían que ir a la casa de la última vecina que habia cocido la semana anterior, ya que era ella, quien tenia la llave del horno y la levadura, que se iban pasando de unas a otras. El horno era una especie de pequeña casita con una ventana. En su interior estaba el horno propiamente dicho, el cual tenía una gran boca, por la que se metia la ’hornija’ o paja para calentarlo.

Tenía también un mostrador donde se dejaban las gamellas con la masa lista para ser cocida. Ya caliente el horno, se hacia una ’escoba’ con hojas de plantas atadas a un largo y grueso palo, que llamaban holgadero. Con aquella escoba se quitaban las cenizas y se metia la masa con unas largas palas de madera. Al cabo de un tiempo ya se podian sacar unas estupendas hogazas, de un blanco y riquísimo pan. El siguiente domingo vuelta a empezar.

-El jueves nos ha tocado cocer, así que ya tenemos tarea -dijo la madre de María.

Se empezaba poniendo un puchero con agua y sal a la lumbre. Con el agua en la artesa se hechaba la harina con la levadura y se amasaba hasta que estaba en su punto. Luego envuelto en las maseras se tapaba bien y se dejaba ’dormir’ unas horas hasta que la masa pujaba, era entonces cuando se pasaba a las gamellas y se llevaba al horno. 

Las tortas de chicharrones no las mejoraba, ni el mejor panadero del mundo ¡Que a gusto se comia esos días con el pan tan bueno! A veces a la vez de cocer el pan, también se asaba algún conejo, otras (las menos) se podía llevar cordero, cochinillo o besugo, entonces el placer era máximo.

                                         

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