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IreneSaez

HISTORIA DE CASTIL DE CARRIAS-

Reportaje escrito por don Albano García Abad en el diario de Burgos 13-11-1988

Como comprenderán los lectores, no voy a ofrecerles en estos espacios periodísticos la historia puntual y detallada de Castil de Carrias. Pero sí quiero dar unos apuntes suficientes para demostrar que en el lugar y término de Castil de Carrias se hacía vida e historia y es una pena y hasta un cargo de conciencia relegarles a la ignorancia o al olvido. No es Castrillo el único caso, pero es uno. El nombre de Castil, y más pronunciado como se dice por allí, es decir, con acento en la a, es muy significativo. Castil es derivado de castellum, y Castrillo de castrum y castrellum. Todavía en los siglos XVIII y XIX se decía de las dos maneras.

Que los romanos pasaron, posaron y pisaron en estas tierras es historia documentada incontestable. Tanto la calzada de abajo (Cerezo, Valdalbin, Briviesca), como la de arriba (Belorado, Quintanaloranco, Castrillo, Bañuelos, Briviesca, fueron calzadas romanas. Los arroyos Valdesolas, Vegas y Bañuelos alimentaban al Pecezorios o arroyo de los peces dorados, fenómeno de que hablan escritores romanos de fines del siglo II y aquí quedó el nombre del riachuelo Pecezorios. En el término de Castil de Carrias quedan los nombres de calzadas, calzadillas, por tierras que lindan con Carrias, Bañuelos, Quintanaloranco, Belorado, Villalmóndar, etc. Cierto que durante el largo y afanoso periodo medieval las calzadas se convirtieron en carrarias y carreras, quineas, asinarias y pedestres. Y los castra y castrella en castillos, torres y otros fortines. Ese fenómeno es una de las mejores señales de historia, al tratarse de señales duras y por tanto, resistentes y más duraderas. Por aducir un hecho de la historia oficial, recordaré el que he apuntado en otras ocasiones. Me refiero al torneo celebrado en las tierras límite de Belorado, Quintana y Castil de Carrias como ensayo para las grandes fiestas que el señor de esas tierras daría a Blanca de Navarra cuando venía casarse con Enrique IV. Bastaría, si se conoce un poco la historia, con recordar nombres como Villalmóndar, Villambistía, Villalómez (Villagómez), Villanasur (Ansúrez). Quintanaloranco, Belorado, Briviesca, Cerezo y Bañuelos eran anteriores. Cierto que a pesar de crónicas y cronicones, en Castilla se perdieron muchos hechos y nombres -por falta de memoria- como se lamentaba F. Perez de Guzmán. Y hay que ir recomponiendo historia a base de huellas de piedras, caminos y desenterramiento  de vestigios de muchas clases. La historia oficial no se preocupó de Castil de Carrias. La particular comenzó a ser apuntada casi día a día desde el año 1546, apenas acabado el Concilio de Trento. Ese año comienza el Libro de Bautizados, con apuntes siempre interesantes. Más lo son en ciertos aspectos los Libros de Fábrica, de Cuentas y Apeos. Por ellos sabemos que ya en 1550 existen los toponímicos de Calzadas, Calzadillas, Carre Judes, Vallejoloranco, Valperrillo, etc. Ya entonces escribian Castil de Carrias y Castrillo. Ya en el siglo XV están establecidas en Castrillo las Cofradías de la Vera Cruz y del Rosario. Existen las ermitas de San Cristóbal y de la Virgen del Valle -que está bajo la villa, en los prados junto a la fuente-. Y por supuesto, existe la Parroquia con el título de Santa María. Los apellidos más comunes son: de la Varga, de la Herrera, Ruiz, Coladillo, Vadillo, Ortiz, etc. Con frecuencia son topónimos de por allí. Efectivamente desde muy pronto, en la edad media, la iglesia de Santa María de Castil de Carrias, con sus rentas, beneficios, etc, es Beneficio del Abad de Foncea, Dignidad de la Catedral de Burgos, aunque ya sabemos que Foncea es un lugar junto a Pancorbo, pero ya de Rioja. Eso era en lo eclesiástico. En lo civil, Castrillo era también señorío con obligaciones y derechos. Por ejemplo el año 1638 era señor de la villa don Francisco Gauna Castro Pérez -que vive en Burgos-. Desde allí escribe una carta diciendo que sabe la pobreza del Santísimo en -su villa- y hace donación de veinte reales por todos los años de su vida para alumbrarlo. Da también cien reales para el día que se dore la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, que está puesta en el retablo, que se hizo a mi devoción. Lo firman don Francisco Gauna y el párroco don Francisco Lopez de la Varga, quien dice haberse recibido todo. Villafranca y otros lugares próximos tienen siempre preferencia sobre Castrillo y con frecuencia los sacerdotes de esos lugares son los Vicarios del Abad de Foncea. Pero Castrillo tiene su personalidad social propia, aunque la vecindad sea reducida, entre 30 y 40 vecinos. Hasta el siglo XVIII no se escribe la palabra aldea, sino siempre villa. La villa de Castrillo tiene su buena iglesia, sus ermitas de la Virgen del Valle y de San Cristóbal, sus Cofradías de La Cruz, del Rosario y de Nuestra Señora del Valle, su Arca de la Misericordia, su plaza, sus caminos de tierra y piedra, por donde va caminando la historia, que no es de relumbrón, pero sí reflejo de una vida humana como la de cualquier otra colectividad. Así por ejemplo, en 1668 el Visitador del señor arzobispo de Burgos -don Enrique de Peralta y Cárdenas- ordena que no haya bailes, ni velas, ni juegos de noche en las iglesias, en las ermitas ni en las casas, por los graves inconvenientes que de ello se siguen. Por tiempos cercanos a esos, se manda a las cofradias que no derrochen en comidas, bebidas y fiestas, con gran gasto de sardinas, higos, nueces y vinagre. En otro reportaje dejaré ver otro exponente de esa vida con el aspecto artístico en Castil de Carrias. En el siglo XVIII ya se llama aldea, aunque la economia ya se deja notar en obras. En el siglo XIX se observa cierto decaimiento y abandono. En el XX sigue las alternativas de la historia de España, hasta llegar a la despoblación en la segunda mitad del siglo. Este fenómeno es muy complejo y aunque historiadores y sociólogos tienen que constatarle, deben analizarlo. No son los periodistas los mejores analizadores de estos fenómenos y ello me ha animado a escribir estos apuntes, como una especie de reivindicación de Castil de Carrias.

Por eso me he atrevido a decir y lo repito que Castil de Carrias propiamente no ha muerto, se ha despoblado. Yo me niego a firmar su acta de defunción, pues además de otras creencias, creo en que un pueblo con historia nunca muere del todo. Y Castil de Carrias como seguiré demostrando lo tuvo.

 

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